Foto/archivo Hernán Centeno La Nación |
Viejos coches de subte y tren: hoy son hoteles y restaurantes
La restauración para otros usos suele ser el destino de buena parte de las formaciones que son puestas fuera de circulación
Por María Eugenia D^Alessio (extracto del Diario La Nacion )
Que los vagones de trenes o de subte dejen de ser usados como medio de transporte no significa que ya no sean útiles... Si bien la finalidad para la que fueron creados no es la misma, hay quienes aguzaron el ingenio y pusieron manos a la obra para reutilizarlos. Hoy conviven entre el recuerdo, la historia, la calidez y la creatividad. Así, de viejos y olvidados vagones surgieron restaurantes, casas, hoteles, paradores, museos y demás sitios muy visitados por propios y extraños.
En Garín, provincia de Buenos Aires, hay una familia que tiene una chacra y vive en tres vagones. En uno funciona la cocina comedor; en otro hay dos dormitorios, y el tercero es la "casa de huéspedes".
"Teníamos el espacio baldío, pero no el dinero para empezar a construir la vivienda", recuerda Lucila Krum, que vive allí junto a su esposo. Un día, mientras compraba plantas, un chatarrero le ofreció los vagones. "Eran verdaderas joyas", dice. Enseguida vio la solución a sus problemas.
Lucila está encantada de vivir en aquel lugar y en esos coches transformados. Incluso llegan a su hogar productoras de todo el mundo para filmar publicidades y películas.
Un poco más cerca, en Villa Devoto, es posible tener una cena romántica con luces tenues, paredes de madera y asientos cubiertos por una tela exquisita. El Vagón de Devoto está junto a la estación del tren y funciona desde hace más de veinte años como restaurante. Era parte de un tren que iba desde Constitución hasta Carmen de Patagones. "Queremos que los más jóvenes, que no conocieron un coche-comedor de ferrocarril, sepan cómo eran. Éste tiene todo original", cuenta Gustavo Agüero, el administrador.
Foto archivo Hernán Centeno La Nación |
"Llama la atención que sea un elemento que se utilizó para otra cosa y que hayan podido recrearlo", dice Claudio Famelli, mientras cena allí mismo. A Daniela Rodríguez, otra comensal, le parece una aventura: "Comer arriba de un vagón es algo diferente", afirma.
"Siempre me gustaron los trenes. Mi papá nos enseñó a querer el ferrocarril, y cuando era chica el paseo era ir a ver cuando llegaba el tren de Buenos Aires", cuenta entusiasmada Susana Bombino de Bielli, dueña, junto a su esposo, de un hotel muy particular: El Viejo Vagón, que funciona, justamente, en vagones de trenes. El emprendimiento está en la Ruta del Vino, en San Rafael, Mendoza.
"He viajado en varias oportunidades en camarote", relata. Por eso, cuando en su tierra se afianzó el turismo enológico y todos construían cabañas, a ella se le ocurrió ofrecer algo diferente. Su esposo aprobó la idea y encontraron a alguien que había comprado vagones en un remate. Los adquirieron y los restauraron ellos mismos.
"Sólo han entrado carpinteros para puertas y ventanas, plomeros y electricistas", dice, orgullosa. Hoy tienen tres vagones: un coche comedor de 1908; el camarote, de 1924, que adaptaron y convirtieron en cinco habitaciones con baño privado, y otro de pasajeros, de 1922, que planean restaurar pronto para tener más habitaciones.
Los vagones están sobre durmientes, y la familia se encarga de restaurarlos. "Hemos tratado de conservar la esencia de lo que eran originalmente, con fotos, recuerdos", dice Susana, y agrega: "Al turista que viene a alojarse queremos darle un poco de nuestra historia, porque San Rafael se hizo grande y creció gracias al ferrocarril, que trajo a los inmigrantes. Queremos conservar eso y darlo a conocer".
COMO UNA VIVIENDA
En la ciudad de Carlos Paz, en las sierras de Córdoba, hay otro caso. El de los Priore, una familia cuya casa está hecha con vagones.
"Tenemos dos vagones del ferrocarril, unidos por una parte construida, puestos como una L. Uno de ellos es cocina, comedor y living. La "parte húmeda" [baños] es lo construido, y en el otro están los dormitorios", cuenta entusiasmada Lorena, que además afirma que vivir allí es diferente a todo. "Lo hizo todo mi marido. Cuando los compramos estaban como para quemar; él los restauró. El más grande tiene 140 años; fue un coche de lujo. Era del San Martín; todavía está grabado el nombre en la madera", asegura.
Lorena dice que conservan mucho de lo original: techos, paredes, pisos, la mayoría de las aberturas de cedro (por dentro son de pino tea). Para la cocina tienen cañerías externas; las de la luz, por seguridad, y el resto (agua y gas) van por debajo, por estética. Esta original casa está montada sobre sus boguies (el conjunto de ruedas).
A los Priore les divierte cuando la gente pasa y saca fotos de su hogar. Cuentan que, además, quedan muy lindos en donde están, rodeados de sierras y naturaleza.
Omar Venturini, director del Proyecto Metrotranvía de Mendoza, dice que hace veinte años que no llega a esa ciudad un tren de pasajeros.
Cuando ellos se hicieron cargo del ramal por el que circula el Metrotranvía encontraron en la traza varios vagones abandonados. Los recuperaron y reciclaron; hoy uno de ellos es parador en una de las estaciones del tranvía. Con los durmientes hicieron bancos y planean, además, construir con más vagones un sector para el guardado de bicicletas, para quienes elijan trasladarse en dos ruedas hasta la estación.
Además, hay una locomotora que hoy funciona como museo. "Estamos tratando de recuperar todo lo que vamos encontrando y darle uso, para preservar todos esos bienes que son del Estado y que tienen más valor histórico que económico", explica Venturini.
De esta manera, el funcionario cuenta que los fines de semana mucha gente se acerca a conocer un poco más sobre las curiosidades del viejo ferrocarril.
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